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Sombras
“I dreamed I was only a shadow on the sun”
A lo largo del día las sombras solo podían esconderse tras los árboles, tras los edificios, tras los viandantes... siempre tímidas y sobrecogidas, temerosas de que el sol las rechazara y las eliminara de la realidad. “Maldito sol, siempre tan cruel”, paralizando sus vidas día a día. Las mañanas y las tardes rezagadas pasaban con lentitud impidiendo que pudiesen disfrutar de los momentos en los que todo estaba más vivo, impidiendo que pudieran disfrutar del color. “He oído hablar de lugares en los que el sol se descuida y las sombras se adueñan de todo durante más tiempo, por eso todo es más verde y la vida es más pausada”. Las horas transcurren entre escondrijos y en una observación lejana, resguardándose del frío, mientras los que viven entremedias se despojan de lo que les cubre. La sombra del reloj del parque gira sin parar, esperando poder llegar a la ventana desde donde la chica del pelo oscuro se asoma cada mañana. Solo puede retorcerse en su busca, avanzando poco a poco y alargándose intentando tocarla aunque sea solo con una leve caricia, dibujando un leve surco sobre su sonrojada mejilla. Horas, horas de espera en un intento fútil de alcanzar lo que siempre estará tan lejos. Tan separados por razones que desconoce. “Sol, apártate y déjame acercarme, sabes que tú la podrías dañar mucho más de lo que yo”, pensaba, “no seré frío si el suelo contiene este calor y no la asustaré. Prometo no hacer ruido mientras me acerque”. Tras casi desesperar, y olvidar toda esperanza la noche llega en su busca y le anima a asomarse a la ventana, ahora impulsado por los reflejos de la luna que la ayudan a adoptar una forma corpórea. Trepa por las enredaderas de la casa y se abre paso a través de las ventanas, dirigiéndose a la cama donde ya la luz no da. Se inclina cuidadosamente y funde sus dedos con la negrura del pelo de ella, suavemente, en una caricia como las que solo la noche sabe dar. Ella se estremece porque la nocturnidad es seno de miedos y tristezas, pero no hay que olvidar que también lo es de sueños y seres extraordinarios. Así se despiertan dos ojos dorados cuya luz deshace la sombra. La brisa estival le revuelve el flequillo y lo lleva justo delante de la nariz, con un leve movimiento levanta la mano y se lo aparta, acariciando sin querer la mano de la oscuridad. Por un momento cierra los ojos e inhala los olores que trae consigo nuestra sombra, olor a vaivenes de las olas, a jazmín y azahar. “Tu que me traes recuerdos con sabor a melancolía, ¿qué quieres?”. “Solo mantenerme a tu lado por siempre”.
La mañana ya despunta y las sombras corren despavoridas a sus miradores. En la habitación, la luz se abre paso, poco a poco, en busca de poseer toda la estancia. Sobre la cama yace un cuerpo brillante y pálido, con una marcada sonrisa y ya sin vida. Tras la ventana se reconoce la forma del reloj del parque y dos sombras que se revuelven juntas a lo largo del día.
5/29/2011
Prólogo
El mundo de los sueños es puro opio.
Esta claro, todos lo saben pero se empeñan en seguir dibujando enredaderas de ilusiones alrededor de los frutos de la desesperanza.
Yo también lo hago, por supuesto.
Y a veces soy tanto o más culpable de que exista la ciudad Espiral, porque tan solo yo podría construir metrópolis de euforia que tras unos segundos, en un dia lluvioso como hoy , se desharían bajo las gotas de descontrol.
Ya el otro día debí haberme imaginado que mi castillo de naipes fabricado solo con el palo del placer se derretiría más que venirse abajo.
Por un momento he perdido mi sueño, debí dejar la sensación dentro de alguno de mis cajones... por un momento solo lo he cambiado por la vergüenza y por la necesidad de huir.
Nos conocemos ya todos nosotros, por lo que no nos sorprendemos mientras tomamos tazas de juicio en silencio.
Esquivamos las miradas esperando que nadie pueda leer lo que nuestros ojos enseñan, y observamos el paisaje borroso debido al calor sofocante.
Ninguno hablaremos, y todos olvidaremos mañana. Pero volveremos a encontrarnos, a menos que pueda terminar el diseño de mi propia seguridad.
Si tan solo pudiera hacer más grandes las puertas, más fuertes las cerraduras, más gruesos los cristales y más altos los muros, probablemente no habría duda que soplara hasta tirarla.
Pero no se cumplirá mi deseo porque tengo un cierto número de ladrillos para construir demasiadas cosas, y es igual o casi más cómodo dormir bajo las estrellas.