11/07/2012

Infinito


Me veo en los ojos de los demás, me reflejo en los colores que enseñan sus pupilas, e imagino cómo con un pequeño bisturí me convierto en un clásico y rajo esas imágenes deformes que quiero olvidar. Cierro los ojos, esperando que los murmullos del viento en realidad sean llamas que rugen en voz baja para asaltarnos a todos por sorpresa. Si abro los ojos, sólo en mi interior descubro la vasta llanura libre que se esconde en algún punto de mi mente, donde se dice que existe un nuevo país, o quizás al escribirla se haya desordenado esta frase. Me muevo mientras estoy quieto y tumbado, a salvo de todo, de todos y sobre todo de mí. En algún momento, el aire, he de suponer, me acaricia, la conciencia me agarra con sus afiladas uñas y tira de mis párpados con fuerza, ignorando mis suplicas. Mis ojos, los reales, se abren.... El resultado es el que imagináis, el mundo sigue allí. El techo me compadece, lo sé. Él me ha visto y debe soportarme a diario, pienso que cada día está unos centímetros más bajo, como el cielo, como toda esta ciudad que únicamente quiere oprimirme y dejarme sin respiración. Que lo haga de una vez por todas. Piensa que ganará, pero no sabe que deshacerse de mí es mi ganancia y no la suya, yo ya hace tiempo que me fui, crucé las puertas. Ahora sólo pueden ser dueños de mi cuerpo en descomposición lenta, en decadencia cadenciosa. Yo sigo en la llanura en la que hay nuevos brotes, no volveré a aceptar nada más que no sea el infinito.

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