12/26/2009

Mi tiempo

“Hace tiempo que me escapo cuando nadie me ve, demasiado ya como para recordar cuanto. Muchas veces me he visto ante las puertas de la percepción, intentando pasar más allá, más allá de donde nadie ve. A veces sigo intentando descubrir como abrir las puertas, otras se exactamente como hacerlo, pero tengo miedo de cruzar y no querer volver.
Incontables momentos han pasado mientras miraba sus goznes plateados y sus inscripciones serpenteantes que flanquean el paso hacia un mundo de libertad.”


- ¿Entiendes de qué se habla aquí?

- No. Tu sabes que no me gustan estos textos emotivos llenos de segundas y connotaciones y todas esas florituras que a ti te encantan.

- Creo que habla de soñar despierto, de eso y de nunca llevar a cabo ese sueño, porque a veces solo se pretende alargar la ilusión de algo que se desea pero nunca va a cumplirse. Si, es que sueño mucho despierta. A veces estoy en un pasado remoto, y veo las cosas desde la perspectiva del héroe, oigo los pensamientos de todos aquellos que están ahí para admirar, y para compartir todo aquello que pueda ser compartido. Otras soy parte de la masa, y siento de nuevo esa ola de sentimientos a tan ligados al observador. Otras veces soy una niña de nuevo, y juego y experimento con cosas que he vivido una y mil veces, pero recuerdo la sensación de novedad y peligro, vivo y deseo lo prohibido. También a veces soy madre y desempeño el papel de aquel que quiere enseñar a oídos vírgenes lo que adora. Y Por supuesto, llega el momento en el que soy una persona cansada, nostálgica, que revive momentos que aún están por llegar. Soy atemporal. Soy solo un saco de piel que dormita despierto sentado en una silla de mimbre, mirando las historias que esconde el viento entre los árboles.

- ¿No crees que sueñas demasiado? - Ella soltó una de esas risotadas que anteceden a la condescendencia.-

- Ah, mi niño. ¿A caso no es todo lo que tenemos? Soñar mientras vivimos. ¿Qué sería del sueño sin las vidas que lo vivieron, y de esas vidas si no lo hubieran soñado antes?

- Si, estoy de acuerdo, pero no creo que se deba dejar pasar todo solo soñando. A veces hay que actuar. No creo que ahí sentada mirando a tu jardín con ojitos de cordero, con la pose de una oveja descarriada y el sentimiento de necesidad se pueda arreglar nada.

- No hay nada que arreglar. Solo estoy dejando que el tiempo vuelva a coordinarse conmigo, quiero que volvamos a ser uno.

- Eso no tiene sentido, el tiempo no es un ente. El tiempo no existe como tal, solo estas tu y lo que quieras hacer con lo que te queda de vida. Es lo que haces con el. Las horas, los minutos y segundos pueden ser cortos o alargarse durante décadas. Los siglos parecen un abrir y cerrar de ojos una vez han pasado.

- Tienes razón, pero no hay nada que yo pueda hacer. Puedo seguir leyendo. - Volvió a soltar una risotada al ver mi reacción al pensar que seguiría durante horas leyéndome ese libro abstracto que había sacado de un mercadillo. - ¿De qué quieres que hablemos? - Odiaba cuando cambiaba de tema por verse sin argumentos, yo quería seguir y que realmente entendiera de que le hablaba, pero ella se había dado por vencida y había aceptado, no podía hacer nada en contra.

- No lo se, pero quisiera que dejáramos el juego del niño y la señora. Eres menor que yo, deberías dejar de mirar al mundo desde arriba, en busca de otro significado más del que hay.

- Lo siento, amor. No está en mi elegir lo que los hombres buscan, ni si pueden encontrarlo. Unos van detrás de un Dios, otros detrás de un equilibrio cósmico. Y yo solo quiero poder seguir disfrutando, poder conservar estos sueños que demasiadas veces desaparecen de mi mente. ¿ Sabes cuál es el único momento en el que realmente me siento mal? ¿ Quieres saberlo? Eso es lo que buscabas, la debilidad en mi pose altiva. Pues te lo diré, solo sufro cuando no sueño. Cuando me siento horas en un lugar y no encuentro distracción. Cuando miro un punto en el infinito y no soy capaz de imaginarme en la piel de otras personas que son yo. Ese es mi único temor, volver a todos los miedos infantiles que me hacían pensar que no había futuro, que el resto de mi vida sería una sucesión de grises desgracias que tendría que tragar con un poco de agua enfangada.

- ¿Ya está? - Era increíble lo complicado que podía hacer parecer algo simple, y que a la vez fuera capaz de quitarle peso a todo lo que parecía tremendo.

- Es más de lo que yo misma puedo entender. Es solo eso. Es el miedo al vacío y a las páginas en blanco. Es muchísimo más común de lo que puedas pensar.

- No se. Sabes que tu y yo somos muy diferentes. A mi me gusta vivir con los pies en la tierra, y mirar al futuro sabiendo que de una manera u otra lograré cambiarlo, porque ya lo estoy haciendo, moviéndome y participando, haciendo todos los arreglos que sean necesarios. Me iré de aquí con la certeza de haber hecho algo bueno por muchos. Y tu solo seguirás “dormitando despierta”, perdida en mundos inexistentes, viviendo de la fantasía. Yo no busco un Dios, porque creo en mi.

- Si, quizás tengas razón. Pero también vivo mientras sueño, mira un poco más allá de tu nariz y de lo que piensas. No pienso cambiar nada de lo que soy. Soy una ilusa, soy una niña, y voy a conservarlo todo el tiempo que sea posible. Tu tienes tu realidad, y yo tengo la mía. Si no te gusta, puedes caminar hacia esa puerta y volver a entrar en la casa, yo me quedaré en mi jardín.

Nunca pude soportar su terquedad y su impertinencia, siempre con su risa socarrona y su actitud despreocupada. También es verdad, que muchas veces intenté tirar abajo todo lo que no me gustaba de ella, y vi mi error. No puede cambiarse la naturaleza de nadie, así como no puede arrancarse una fantasía de la mente de otro. Creo que eso fue una de las cosas que aprendí de ella. Yo la quise más de lo que he podido querer a nadie, incluso sabiendo que nunca entendería su manera de ser, y nunca sería como yo. Todos soñamos a cierta escala, algunos con cosas vanas, cosas terrenales, cosas superficiales. Otros con el cambio, con la mejora y el bien de la comunidad. Y otros como ella, solo saben soñar con lo irrealizable mientras viven. Siempre al acecho de algo que nunca será cierto, como una fianza que les será retribuida el día de su muerte, como decía el párrafo del que se convirtió en su libro favorito.

Así el día de su último suspiro, recordamos la escena de aquella película, en la que el hijo relataba a su padre cómo era su final. De igual manera, yo le conté todos los sueños que había realizado a lo largo de su vida, mientras soñaba con otras cosas. La vi sonreír al darse cuenta de todas aquellas personas que había sido, la trabajadora y la ociosa, la sufridora y la vividora, la indecisa y la terca, la inocente y la pícara, la dañina y protectora, la aprensiva, la espectadora, la madre, la hija, la heroína y la villana. Según sus palabras, todos esos papeles en un solo personaje, conformaban la obra más cuidada y complicada que jamás se podría escribir, y así terminó el más vívido de sus sueños.

Quimera

Busqué sin querelo la falta de compañía, entre las sombras de la noche, y los silbidos del viento. Buscaba sin querelo, vagaba automáticamente, dejando que el peso de mi torso cayera sobre las piernas, haciendo que estas se movieran, por simple inercia, no por otra cosa, no porque ellas, ni yo quisiéramos, solo porque sabía que estaba escrito.

Si me hubieran preguntado qué era aquello que estaba escrito, hubiera respondido, simplemente, que la búsqueda de compañía, tan innata, tan intrínseca en esta condición humana que nos ha tocado vivir. Lo simple de mis estructuras se veía siempre empañado por una compleja retícula de pensamientos. Siempre los culpaba a ellos, y a nadie más. Siempre culpaba a todos los demás, y no a mi. Dudo que la palabra siempre pueda servir para mi en ningún caso...

Y ahí vagaba, como todos esos días en los que las voces que resuenan tan fuerte me arrastran hacia dentro de mi cabeza y puedo notar como entre yo y mi cuerpo existe una división completamente clara. Mirar no es mirar, sino asomarse por un par de ventanas vítreas que se entrecierran al ritmo de mi apatía, esperando a ser elevadas por algo especial. El problema es que ellas no saben a que atender, por lo que se decantan por mirar las imperfecciones en el suelo de grava, el suelo de loza, el suelo enlodado de mármol...

La calle parece estar demasiado llena, hay demasiada gente, demasiadas motitas de polvo en el ambiente, demasiada luz, demasiada oscuridad, demasiado humo, demasiados pretextos para dejar de estar en un lugar y no sentirse cómodo en otro. Es el problema de no encontrar el problema.
Es el problema de rechazar el humo que intenta expandirse dentro de tus tripas, es... ¿culpa del tiempo?

Todos sabemos de quien es la culpa, la culpa es de la quimera que asoma a veces por las ventanas, la que me persigue a todos lados. Es culpa de la nostalgia y de la música. Es culpa de todo aquello que debe ser eliminado y que lucha por quedarse, es culpa de la enredadera de mi jardín, la que impide respirar a las rosas, y se pincha intentando asfixiarlas. No es culpa de nadie.

Cuán grande llega a ser mi confusión cuando me encuentro con mi quimera y le pregunto cuál es el motivo de su visita, a lo que ella responde que le apetecía romper mi calma, que las personas con una apariencia tan sosegada deben ser perturbadas y hacer uso de todos aquellos sentimientos humanos que rechazan.

Cuánto mayor se vuelve cuando otros intentan que explique su presencia y me encuentro desarmada y sin explicaciones. Solo puedo gritar “¡No lo se! Yo no quería que viniera, no la he llamado. No tiene razones para perseguirme.” Así que sigo vagando por las calles, subida al vehículo de las ideas mientras gota a gota noto como mi piel se enfría y el mundo despierta. Y espero, espero que al ignorar su presencia, el mito que llevo a cuestas decida volver a su cueva.

12/01/2009

Los discípulos de dionisos

Puedo oír de nuevo los pasos del verdugo bajando las escaleras en dirección al calabozo. La incertidumbre puede conmigo. Siempre se libra una guerra, y el campo de batalla es mi mente.

Puedo oír los gritos que han sonado otras veces, el aullar desconsolado de aquellos a los que arrastran por las escaleras, y las risas compartidas de aquellos que los condenan.

No puedo pensar siquiera.

Solo siento como mi estomago tiembla y mi cuerpo se retuerce, o quizás sea al revés. Yo solo quería escribir sobre la realidad que nos acecha, sobre como la iglesia nos manipula y los cerdos a los que cariñosamente han decidido denominar “mis congeneres” se dejan llevar por los designios de un Dios todopoderoso que los arrastra a un mundo de incertezas, donde nada de lo que hagan será correcto. Todo es una gran mentira, porque ante el miedo esconden su naturaleza y la convierten en algo perverso y retorcido. Yo quisiera ser natural y poder expresar mi sexualidad y pensamiento a los cuatro vientos, pero me llaman discípulo de Satán.

Desde niño siempre me discriminaron por no entender todo aquello que consideraban un axioma, un pilar que sostenía toda existencia, tan verdadera para mi como falsa, porque ninguna de las líneas que separaban opuestos eran tan nítidas para mi.