12/01/2009

Los discípulos de dionisos

Puedo oír de nuevo los pasos del verdugo bajando las escaleras en dirección al calabozo. La incertidumbre puede conmigo. Siempre se libra una guerra, y el campo de batalla es mi mente.

Puedo oír los gritos que han sonado otras veces, el aullar desconsolado de aquellos a los que arrastran por las escaleras, y las risas compartidas de aquellos que los condenan.

No puedo pensar siquiera.

Solo siento como mi estomago tiembla y mi cuerpo se retuerce, o quizás sea al revés. Yo solo quería escribir sobre la realidad que nos acecha, sobre como la iglesia nos manipula y los cerdos a los que cariñosamente han decidido denominar “mis congeneres” se dejan llevar por los designios de un Dios todopoderoso que los arrastra a un mundo de incertezas, donde nada de lo que hagan será correcto. Todo es una gran mentira, porque ante el miedo esconden su naturaleza y la convierten en algo perverso y retorcido. Yo quisiera ser natural y poder expresar mi sexualidad y pensamiento a los cuatro vientos, pero me llaman discípulo de Satán.

Desde niño siempre me discriminaron por no entender todo aquello que consideraban un axioma, un pilar que sostenía toda existencia, tan verdadera para mi como falsa, porque ninguna de las líneas que separaban opuestos eran tan nítidas para mi.


No hay comentarios:

Publicar un comentario