5/13/2010

Un atisbo del verano

La realidad me odia y no me deja escribir...(ah, y si, es algo así como un burdo intento de imitar [algo así como] un castellano antiguo xD)




- Le traigo malas noticias señor. Es sobre vuestro hijo el príncipe...-

- Dígame pues, ¿qué es lo que le ronda la cabeza estos días?

- Señor, vuestra merced sabe que su hijo ha vivido la primavera despreocupada de su juventud, a lomos de la inconsciencia y saltando obstáculos con una mezcla entre destreza y pura suerte, la suerte que al parecer lo bañó al nacer.

Pues bien, en este camino hacia el verano, en el que los brotes se han hecho frutos que brillan con todo su esplendor, su príncipe ha descubierto que dentro de poco será rey, y tendrá que hacerse cargo del reino, pero no comprende para nada cómo podrá hacerlo. Dícese para nada preparado o merecedor de tal afrenta, dícese ofendido por la responsabilidad que recae sobre sus hombros.

Señor, su hijo dice haber perdido la vista, porque no concibe en su mente un horizonte lejos de lo que conoce, no comprende cómo habría de conquistarlo o porqué razón. “¡Ciego! ¡Ciego!” Grita en sus aposentos, y resuenan límpidas sus dudas cada vez que le oigo hablar. “¡Ciego!” Dice estar, y dice no poder ver su imperio desierto, ese al que viajaba todos los días y todas las noches desde las ventanas del palacio, el que se veía tras los sanguinolentos campos de amapolas, ahora marchitas. Su príncipe señor, siempre fue rey en sus ensoñaciones, y ahora sueño y realidad han unido sus dedos bajándolo hacia un campo de batalla en el que uno y otro luchan. Las espadas de la duda chocan contra su necesidad de volar y ya dice no poder seguir simulando querer otro futuro, porque no existe.

El tiempo secará los frutos de los que ahora disfruta y no quedará más que el mero recuerdo y quizás alguna prenda que conserve su olor. Y toda la belleza que ahora admira a través de sus vidrieras enmudecerá con la caída del sol. Si señor, su excelencia ya lo está viendo, lo que a su hijo le ocurre es que tiene miedo.

Cavila y cavila a diario solo, caminando por el jardín francés en busca, dice, de una meta que le haga mantenerse en pie. “¡El imperio!” Volví a insistirle. “¡El imperio mi señor!¡Piense en lo que pudiera ser su reino si quisiera tan solo tomar la tierra de grado o por fuerza!”

Para oír más negativas “No debiera yo tomar una tierra que nunca tuvo mi nombre. No debiera regir unas gentes si ni siquiera supe cuidar una sola doncella”. Y pensó poder desviar la cuestión con sus escarceos, y su fama de Don Juan venida a menos.

“No hay meta, no hay razón. No habrá castillo, ni imperio, ni nuevo sol. Nada de nuevas ideas, ningún nuevo Dios. Ningún nuevo pensamiento, ninguna revolución. No habrá cambió ni renacimiento, ningún día, ninguna nueva canción. No recuperaré mi vista, ni volveré a caminar lejos de estos muros de piedra. En esta, mi morada me he visto atrapado entre la hiedra. Y aquí he de oxidar junto con el tiempo, y ha de ser el frío mi único amigo y el musgo mi compañero cuando llegue el invierno”.

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