10/31/2009

Solo un desvarío...

¿Quién robó mi inspiración y el sentido de las cosas?





A veces veo completamente incorrecto el camino que llevo. No encuentro sentido a las cosas que hago, y no veo razón por la cual tenga la necesidad de cubrir ciertos deseos, o vicios, según se quiera mirar. A veces ciertamente me planteo si todo lo que es, debe ser porque durante tanto tiempo haya sido. Es una pena no poder dejar de cuestionarme absolutamente todos y cada uno de mis pasos, observando lo que me rodea y valorando si un cambio haría que las voces de mi cabeza dejaran de resonar.


Cuestionarse las normas, lo establecido, lo escrito y hecho, y lo que todavía está por venir, pero que a la vez sonará usado y manoseado por otras personas que,claramente, no son yo dicen que es una cualidad que tiene todo joven, la de pelear en contra de una norma y en contra de acatar órdenes que no son dictadas por ellos mismos.


Hablo ahora del valor infravalorado de la inconsciencia, esa cualidad que muchos de nosotros, o quizás pocos perdemos cuando nos enfrentamos a lo que llaman “el mundo real”, “la realidad”, “el destino”,”la utilidad”, “la sociedad”. ¿Y qué es la sociedad al fin y al cabo, sino un tumulto lleno de miedo intentando que este se disipe mediante normas? La mejor manera de controlar el miedo es estableciéndolas. La mejor manera de huir de los monstruos es dominando el caos, encerrándolo en pequeñas cajitas, forzándolo así a no parecer más que una ilusión. Y lo peor de perder la inconsciencia es poder ver lo triste y cuadriculada que resulta la situación.


Me entristece pensar que alguna vez perderé esta clase de idealismo que he adquirido en poco tiempo, y que quizás si dejo que este mundo “real” me fagocite transformándome en uno de sus pequeños engranajes, olvide los sentimientos a los que ahora me aferro, los de familia y comunidad, esos en los que proteges al prójimo porque sabes que estás seguro junto a el, y que el hará lo mismo por ti. Los sentimientos que parecen tan correctos y parecen ser los realmente importantes.


Es por eso quizás también, que me guste vivir en este subgrupo de personas que tanto se confunde con una moda pasajera. No estoy en el por la atención, ni por reivindicar que me siento distinta. Es porque me aporta la sensación de paz y seguridad que nos es necesaria, porque se que todos nos sentimos parte de un todo, y nos protegemos mutuamente. Si, se reduce a encontrar ese pequeño grupo de personas en el que te sientes seguro, y cada uno encuentra lo que está buscando, pero igualmente, nadie puede deshacerse de la sensación de soledad, porque a todos nos ha quedado claro, que en realidad, siempre estaremos solos. Es físicamente imposible que alguien entre en nuestra cabeza y pueda ver nuestro mundo interior, como es imposible describir a un extraño cómo es ese mundo. En ocasiones diremos que ordenado y pacífico, seguro; otras veces simplemente lo reduciremos a una maraña de inseguridades que rueda a sus anchas conquistando cada milímetro de nuestra psique en pos de sumirlo todo en el caos. Porqué ocurre y como se frena nadie lo sabe. Me siento mejor pensando que las hormonas son las culpables de todo, es decir, que la biología a veces atenta contra nosotros dejándonos indefensos y llenos de dudas. Pero entonces recuerdo esas sensaciones que tiran de nosotros como hilos invisibles y nos levantan diciéndonos que la soledad no es más que una invención. No dura para siempre, y nunca es absoluta. Debemos diferenciar soledad de individualismo, nadie quiere ser leído a la perfección, porque siempre llegarán cosas que preferiremos esconder.


Me siento mejor en los días en los que decido no huir, y atesoro aquellas cosas que tengo, aunque sienta pánico al pensar que otras se me van de las manos. En estos momentos creo incluso que puedo llegar a aprender a vivir con todas esas mentiras aprendidas, las retocadas, las propias o las ajenas; con los nuevos planteamientos que ponen cabeza abajo todo lo dado por válido con anterioridad. E incluso me parece una gran aventura aprender a tamizar aquello verdaderamente trascendental de lo diametralmente opuesto. En estos días necesito la compañía de la oscuridad y la soledad plena, como un descanso, como mi lugar pacífico, sin embargo no lo quiero para quedarme dentro de él para siempre y escapar, como aquellos días en los que acojo al maldito arrepentimiento entre las paredes de mi hogar, en este caso se convierte en un puente hacia el resto de mis días, solo en mi pequeño nirvana en el que creo estar encontrando la claridad mental y la senda que deseo labrar.

A veces veo completamente incorrecto el camino que llevo, pero consigo obviar esa sensación recordando que nadie tiene razón. Que las normas que están dispuestas no son las mías, que yo acabo de llegar y al mundo me lo encontré jodido. Podría seguir culpando a la juventud por este idealismo, o podría hacer como todos y abrazarlo, y crear mis propias normas, según las cuales viviré y enseñaré sin duda a una generación posterior. El mundo no cambiará mañana, no puedo cambiarlo yo, sin embargo me conformaré con adueñarme de parte de él y crear mi anarquía metafórica, por pequeño alcance que tenga.