4/27/2009

En el sonido 3

Desperté tumbada en una habitación demasiado luminosa. Los ojos me dolían como cuando intentas aguantar una oleada de sueño a altas horas de la mañana. Los párpados me pesaban, pero aun así estaba consciente, y quería despertarme por fin. Al intentar incorporarme sentí como todo el brazo derecho se me deshacía como las costuras de un pantalón en tensión. Experimenté esa asquerosa sensación de piel tirante y delicada, que parece a punto de romperse, y el dolor de una carne todavía luchando por poder unirse. En momentos en los que la realidad te sacude con demasiada fuerza, preferirías vivir en la inconsciencia que precede a abrir los ojos del todo.

Recapitulemos: Estoy en una sala demasiado blanca que, probablemente, sea la habitación de una clínica u hospital. Y esto que tengo en el brazo son las consecuencias de algo que no tengo ni idea de cómo comenzo; una de esas cosas a las que uno se ve arrastrado, forzado a participar, cargando con el peso de acciones externas.

Me duele extremadamente el brazo, pero no quiero siquiera mirarlo, si lo miro, todas estas imagenes diluidas que pasan como flashes ante mi se harán realidad. Puedo notar todavía el peso de aquel ser sobre mi, el calor y el olor a sudor extremadamente agrio, su aliento con olor a dentadura descompuesta por el tabaco, y esa sensación... al desgarrarse la piel y empezar a gotear sangre, después, el dolor en la parte izquierda de la cabeza al dar contra el suelo de la cocina, y el calor de los fluidos liberados sin querer. ¿Qué había sido de mi?

- ¡Eh! Te has despertado, ¿qué tal te encuentras?- Una voz me susurraba desde el lado izquierdo de la cama. Era una voz conocida, un poco aguda y temblorosa, pero conocida. Supongo que estas cualidades poco comunes no habían sido adquiridas más que por una maratón de nerviosismo y miedo.

- ¿Luis?, ¿qué haces aquí?, ¿estoy en un hospital?

- Eh... no, en realidad estás en mi consulta. - Estas palabras reconfortarían a cualquiera que no supiera que Luis es un veterinario. Héme aquí colapsada mentalmente e imaginandome compartiendo la camilla por la que pasaron cientos de perros callejeros. Hice el amago de levantarme, con una mueca de disgusto en la cara, pero el no me lo permitió.

- ¡Valeeee! ¡Quieta! No te muevas, se que te tendría que haber llevado a un hospital, pero estabas ahí en el suelo... Y había tanta sangre... Y solo era un corte, que bueno, un corte lo podía coser yo... o al menos eso pensé, ¿no? Y no ha quedado tan mal ,¿verdad? - La gente espera nunca encontrarse en este tipo de situaciones cuando las ve en las películas, y siempre te asalta la pregunta de: ¿Qué haría yo si despertara en una camilla junto a un veterinario loco que me ha cosido después del ataque de un asesino que... Hmmm, no... La gente no se pregunta esas cosas... Yo me lo pregunto ahora, eso si.

- ¿¡Llamaste a la policia!? - Llamar a la policía podía haber sido un error completamente abismal en este momento, ¿qué pasaría si el asesino me encontraba antes de que la policía lo encontrara a el?

- Ehm... verás... pensé que no debía llamar a la policía por un intento de suicidio... que podría intentar ayudarte a recomponer los pedazos de ti misma...

Suicidio. Creo que no podía en el mundo encontrarse una tapadera más casual y creible, sobre todo si se tenía en cuenta ciertos antecedentes que no son relevantes ahora. Aunque realmente, no creo que pudiera tener la sangre fría de crear un corte en zigzag tan perfecto hasta casi mi codo.

Esto estaba bien, todo lo bien que una situación tan perturbadora pudiera estar. La policía no sabía nada, y Luis me ayudaría a ir en busca del Violinista siempre y cuando me mantuviera donde el pudiera verme, y así evitara que intentara suicidarme de nuevo. Joder, me gustaría pensar que soy una de esas mujeres duras, de tomo y lomo, pero es mentira, por fuera mantenía la cara más neutral que el teatro me hubiera podido enseñar, y por dentro sentía el miedo al abismo. Al recordar sentía ese miedo que sentimos cuando somos niños, el miedo visceral a que realmente veniniera el asesino con el que aquel amigo amenazaba, el que disfrutaba haciendo la sonrisa del payaso y demás cosas macabras. El miedo que te dejaba sin respiración. Pero, por desgracia, ya con esta edad, ese miedo no está permitido.

- Luis, ¿me acompañarías a buscar a alguien a quien necesito ver? - Sin querer, se me saltaron un par de lágrimas, que provenían de alguno de los pensamientos oscuros que pasaban por mi cabeza. No quise hacerle chantage emocional, pero al ver que el accedía sin restricciones, me dejé llevar y me levanté para poder abrazarme a el, y dejar que me consolara.

- Primero creo que deberías descansar, al menos por hoy. No quiero saber que clase de impacto emocional ha podido causar esto en ti, así que si no te importa, saldremos de la sala de operaciones, e iremos a mi casa. Siento haberte dejado dormir aquí toda la noche, pero no quería hacerte despertar después de...eso. - Al parecer le costaba un poco hablar de lo que, según el, había pasado. Pero eso era otro punto de ventaja para mi, así habría muchas cosas que no debería explicar, simplemente, porque el no querría oirlas.

Aquel joven, que traía locas a todas las viejas del edificio, era realmente una de las personas más dulces de las que he conocido, tenía los ojos de color verde oscuro, siempre escondidas tras unas gafas de montura de metal azulado, su pelo era castaño y liso, de media melena, y tenía una de esas miradas inocentes, que recuerdan a la de algunos niños que quisieras que nunca crecieran.

Subimos la escalera a hurtadillas, esperando a que ningún vecino nos interceptara por el camino. Eran las 12 de la mañana, y todo el mundo debía estar repartido por distintos puntos de la ciudad.

La casa de Luis era... Era perfecta para el. Tenía un salón amplio, con un sofá y unas estanterías sobre el, repletas de películas de cine indie, de serie B, de terror etc. Había revisteros casi en todas las habitaciones de la casa, llenos de revistas de música, y justo a los pies de su cama tenía un enorme equipo de música (mejor que el mío, por cierto).

Luis me acomodó en su habitación y se encargo de hacerme un largo interrogatorio sobre mis necesidades, mientras yo intentaba hacer planes sobre la búsqueda del Violinista, y a la vez intentaba crear teorías en mi mente, sobre las posibles acciones que este podía haber llevado a cabo para que le persiguieran.


(no quería dejarlo así, pero no me dejan escribir en paz, xD. Otro día seguiré con el relato ^^)